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Oscar Alfonso Sosa

Gente nuestra

LOS HOMBRES DE LA MONTAÑA

LOS HOMBRES DE LA MONTAÑA El viejo ZIL131 "ronronea", parece que se queda atascado, que no puede con la empinada pendiente; pero puja, guapea y llega a la cima, desde donde se divisa un bosque salvaje de pinos, cedros y algarrobos.  Entonces el veterano Tirso Gerardo Orbea sonríe con picardía y hasta le da unas palmaditas a su inseparable camión: “Pórtate bien que es mucho el palo que queda por bajar pa’l llano’’. Motosierra, cables, bueyes, sogas, polines, hombres. La función comienza. El bosque se estremece.  PRIMICIA  Así sucede cada mañana, cuando desde la Unidad Silvícola de Sancti Spíritus, ubicada en El Cacahual, la Brigada Extractiva de Madera desanda los senderos de las montañas del Escambray. De sus brazos, de su pericia y de su arrojo dependen que decenas de metros cúbicos de diferentes maderas lleguen a los aserríos de la Empresa Forestal Provincial, para que una vez hechos tablones integren la logística de obras priorizadas de la Salud y la Educación, fundamentalmente.  “La tarea es bien difícil, pues los accidentes de la geografía de estas montañas son un obstáculo importante, pero la experiencia del colectivo resta complejidad a estos ajetreos", afirma Osmani Santilé, un joven con unas cuantas subidas en su hoja de servicio.  “Nos conocemos el bosque de punta acabo y cuando llegamos vamos directo a picar, responsabilidad que recae en el viejo Tirso, todo un as motosierra en mano”.  Entre el pica que pica, los bueyes de Reinaldo Lorenzo miran de reojo cada árbol caído. Saben que les tocará acarrear hacia el cargadero cuanta madera se corte, desandando los trillos impensables, los casi intransitables.  “Cuando comienza el corte no hay descanso y es una sola yunta pa’to el ajetreo, comenta Reinaldo.  ABRIR CAMINOS  Mientras los hombres se fajan con la madera, Eleodoro Samé hace malabares con el pico y la pala. Con cada golpe de los implementos le roba espacio a las laderas para ensanchar el camino, por donde mañana subirán los camiones y bajarán los bolos listos para aserrar. “Tenemos el propósito de hacer transitable el camino desde la Diana hasta llegar a Santa Rosa, en territorio de Fomento, para explotar mejor los bosques.  “Desde bien temprano estoy en este ajetreo, y la intención es llevar el llamado trillo de mulo, por donde sólo pasan las bestias, hasta un ancho mayor, para que puedan desplazarse los camiones”.  En lo que va de año, entre mantenimiento y apertura, se han concluido más de 50 kilómetros de estos viales.  CARGA LISTA  Entre picos, palas, bueyes y motosierras se logra una sinfonía de acordes matizados por esfuerzos agudos y placenteros. La jornada se va más allá del mediodía, cuando el calor del sol asusta y el cuerpo pide agua fresca y nutrientes, mas los hombres no bajan el ritmo.  Las cuentas preliminares del viejo Tirso anuncian que faltan casi 300 pies de madera para completar los viajes de los dos ZIL, y entonces la motosierra vuelve a cantar. Lista la carga, los bueyes halan de los cordeles, la cama de los camiones se repleta de bolos y entonces se emprende el camino de regreso.  Las lomas parecen muy altas y el "ronroneo" de los carros es más grave. Pero ni el viejo Tirso ni Osmani se inmutan. En la parte delantera de los ZIL, sobre los guardafangos, Geovel Delgado y Ernesto Montesdeoca señalan con la mano para dónde girar cuando aparece algún obstáculo. Y así llegan al acopiadero, donde descansará la carga hasta que al otro día, bien temprano, otros camiones la trasladen a los aserríos.  Y con la próxima salida del Sol, la brigada prepara los matules y otra vez a tumbar madera de las lomas. Las escuelas, policlínicos y otras obras esperan por ella.   </script>
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EL HECHIZO DE LA REDACCION

EL HECHIZO DE LA REDACCION Podrá borrarse de mi memoria cualquiera de los hechos que me acompañaron desde mis inicios en el estudio de Periodismo, allá en la cálida Santiago de Cuba, y los que se sucedieron después, cuando comencé a ejercer la profesión. Sin embargo, nunca podré desprenderme de aquél, mi primer susto interior, en funciones editoriales, en momentos en que apenas gateábamos en el mundo de la noticia. "No más de 20 líneas y una buena foto para primera es lo que necesito. El cierre de la edición espera por ti." Así, clara, directa y sintética fue la orientación de la entonces Jefa de Redacción. Yo, que apenas había vencido la teoría de mi primer curso de la especialidad y estaba fresquito como una lechuga en los ajetreos de las prácticas de producción, tenía una única opción: hacer el trabajo. Aunque han pasado unos 17 años desde aquel momento, recuerdo todo de aquel susto. Amengual, con su experiencia y cámara en ristre, obedecía a las sugerencias para la foto, mientras que el aprendiz recopilaba toda la información posible. Después, el frío de la Redacción, más por tensión que por el clima, y aquella máquina de escribir y la cuartilla en el rodillo, presta a recibir las primeras letras, y el borrador ausente, porque la premura editorial no admitía pérdida de tiempo. En escasos segundos retorné a mi facultad de Artes y Letras de la Universidad de Oriente, y recorrí la lección teórica sobre redacción de noticias, y los consejos de Manuel Echevarría, periodista de excelente pluma y tutor de turno. Hoy, cuando frente a la computadora armo un reportaje, perfilo una entrevista y trato de humanizar el rudo quehacer de los hombres en la agricultura, agradezco la suerte de escuela que para mí significó el periódico Escambray. Suerte de escuela que ha continuado abierta y donde prima la voluntad, para que los aprendices del oficio puedan cuanto antes fajarse al duro con la noticia.

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SUCESO EN PLATERO

SUCESO EN PLATERO Desde que te acercas a la zona descubres el espléndido contraste del rojo de la tierra y el intenso verde azul de la montaña y los sembradíos. Por la quietud parece un paraje desierto. El alboroto de algunos sinsontes y el canto vespertino de algún que otro gallo desvelado rompen de vez en cuando el silencio de Platero, una comunidad del Plan Turquino yaguajayense ubicada   casi en la frontera del norte espirituano con Caibarién.  Casas de tabla de palma y guano, algún que otro piso de tierra, arboledas de frutales y pozos de brocal ancho. Casi una representación a cielo abierto de una típica aldea campesina. Mas emergida como desde el centro de la tierra, casi en los límites territoriales, se alza majestuosa la Sala de Televisión con sus paneles solares.  En su interior, intentando moldear el mundo a su antojo, lápices de colores y retazos de telas, madera, hojas y semillas de por medio, varios niños hacen de la plástica y el arte manual sus delicias.  Bien cerca, escrutando cada detalle en los trazos, los cortes y el ensamble Miriam Betancourt Ramos, la promotora cultural de la zona, disfruta ese tiempo. “Voy para dos años en estos trajines y me satisface tener la oportunidad de animar un poco este terruño y otras tres comunidades, las de Santa Rosa, Jagüeyal y Yagüey, esta última necesitada de una atención sistemática que por años le ha faltado.  “Cuando comencé la única tradición de estos lares era el  dominó y algo de béisbol, pero de arte y cultura nada. Desde un inicio fue difícil el trabajo, la mayoría de los niños estudian en escuelas de Villa Clara, algo distantes, pero la persistencia nuestra y la voluntad de las familias han salvado el juego”.  Mientras Miriam regala el preciado tiempo al diálogo los niños Mayuli González y Daniel Hernández plasman sobre el blanco papel cuanta idea ronda su mente. Desde parajes naturalistas concebidos por esa tierna visión infantil, hasta escuelas con jardines soñados nadie sabe cuantas veces, nacen a punta de colores.  Bien cerca la pequeña Claudia González repasa los movimientos de la danza que con varias compañeritas presentarán el próximo fin de semana. Y aprovecha bien el tiempo pues para el venidero curso el traslado a un centro interno le imposibilitará este deleite sistemático. ¿Cuánto ha nacido en estos dos años?  “Hemos logrado en Platero, y no es sólo mérito mío, un taller de niños creadores en las Artes Manuales, otro vinculado a las tradiciones, al que no escapa ni la medicina tradicional y natural, y el de plástica, donde participan muchachos desde primer grado hasta preuniversitario. Tenemos montadas danzas, coros, niños que recitan.  “Realizamos una vez al mes actividades en las otras comunidades con este elenco, exposiciones de plástica y artesanía y son muy bien acogidas a tal punto de que los vecinos se quedan con deseos de seguir disfrutando. Nos apoya mucho el compañero del Inder del Consejo Popular, los rectores de las salas de TV, pero precisamos mayor cooperación institucional; es escasa y eso limita hacer mucho más”.  ¿Todo este quehacer cómo ha incidido en la propia vida de la comunidad?  “En medio de las lagunas de la desatención que aquí se viven, de las limitaciones propias de una comunidad rural alejada de la cabecera municipal y en frontera con otra provincia, de la sed de cultura, pues zonas como Yagüey apenas pueden usar la televisión con fines recreativos y didácticos por carecer del servicio eléctrico aun cuando éste dista a poco más de un kilómetro del caserío, cuanto se ha hecho ha cambiado en algo la vida de la gente.  “Que las familias incentiven a los hijos a participar y ser protagonistas del trabajo de los talleres, que encuentres en ellos el apoyo indispensable para poder hacer, es de por sí un cambio importante.  “No quiero dejar de mencionar a José Luis Menéndez, el director de la sala de TV de Platero y delegado del Poder Popular. Ahí tenemos mini biblioteca, de allí nacen muchas iniciativas y actividades. En toda esta vinculación está mi mayor satisfacción y los niños son mi mejor incentivo. Todos, de conjunto, fuimos premiados recientemente en un evento nacional de arte y cultura del Plan Turquino. Mientras todas estas familias precisen de mi concurso para defender tradiciones, cultivar arte y cultura aquí estaré, para lo que se me necesite”. </script>
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MEMORIAS DE UN SAMURAI

MEMORIAS DE UN SAMURAI

¡Qué alguien me diga que el cañaveral no sufre! Ahora, por ejemplo, vuelvo a sentir la irresistible reverberancia y el calor después de la candela para que las mochas me caigan en pandilla y ¡zaz! En un abrir y cerrar de ojos me pelan al moñito, me entongan y pa’l central. Y eso no es lo mejor. Mira, ese viejito, Paulino Santos Martínez, con 88 años en la espalda me sigue desafiando. Oiga, y es de bronca entera. Si la memoria no me falla fue con 12 años que le entré derecho por vez primera al plantón. Parece que a tanta insistencia el viejo se cansó y nos dio permiso a mi hermano Normando y a mí para probar suerte con el “quimbo” en las manos, en el mismitico Claudio, en una colonia del central Vitoria.¡Qué tiempo aquel! El ciento de arrobas cortá y alzá a mano era a 15 centavos. El dueño era un isleño, Juan Rodríguez. Ni hablar, te contaré ahoritica mismo.Mira, ya se me perdió la cuenta de las veces que con su jolongo  de machetero Paulino me ha deja’o pelonguito. Cada vez que coge un tajo me erizo porque no me deja ni respirar. Lo mismo le ha sucedido a otros cañaverales donde el “ocambo” ha supera’o con creces esa diminuta estatura. Déjalo que te cuente. Yo he si’o un andarín en estos trajines. He da’o machete desde Cabaiguán, Florida y Punta Alegre, hasta to’a la zona esta de Meneses, la Marianita, Bamburanao. En 1981 me jubilé, cuando cortaba para el central Máximo Gómez. Pero como que la casa tenía pica pica y me dije: viejuco, si te sientas te mueres. Y armé otra vez el equipaje con mocha nueva.Compadre, y qué difícil. ¿El trabajo?. No hombre, eso es pan comi’o.

Es eso de la regañadera y el teque de to’ el mundo. No sé pa’ qué si la familia to’ita sabe que no soy hombre de sentadera. Lo mío es trabajo duro, pa’ sudar bien. Total. Mira, si yo ni me maltrato, tengo mi pasito y es ahí, tumba que tumba, sin apuro. Ellos lo saben; me alimento bien, descanso y algún “ronazo” de vez en cuando pa’ cuquear la sangre. Pero con límite. Con esta son 63 zafras. ¡Que venga caña! Vez lo que te dije. Déjalo hablar. A él eso le encanta. Pero te confesaré algo porque difícilmente Paulino te comente.

Con esa bola de años, las canas y su figura el viejito no es segundo de nadie. Como dice el refrán, lento, pero aplastante. Y que vengan soles bravos y to’a esa bejuquera, tiznadera, piedras, lo que sea. Oiga reportero, ni yo, este cañaveral donde él ha tumba’o  en tantas zafras,  entiendo cómo puede ser tan bravo este veterano. Hay veces que me lo pregunto y no encuentro respuesta rápida. Pero repaso el almanaque y … ¡Claro compadre! No tiene secreteo. Es la constancia, la persistencia. Mira, cuando muchachón y algo más para acá tumbaba facilito unas 500 arrobas en cada día y no me recuerdo resollando por la cansera. Hoy pico entre 250 y 300. Nada de carreras, los había más largos y yo les decía: arriba corran que los alcanzo.

 Cuando yo botaba el tajo me empinaba el porrón, le daba un rasca’ito a la mocha y pa’l cañaveral de nuevo. Y ellos senta’os en la guardarraya, cogiendo un recesito con tanta juventud. Si les caigo detrás no duro na’. ¡Ni una vez me he da’o una heridita así, de este tamañito! Yo pienso en la casualida’, pero que va. Soy muy cuidadoso y como no tengo apurillo eso me ha ayuda’o. ¿Tú entiendes a la gente?  Pues bien, yo tampoco. Se me perdió la cuenta de los que me ven y  se alarman. Siempre dicen: ¡que me agarre! Yo me sonrío y les contesto: señores, el trabajo no mata a nadie. Malo es no tener salú. ¿Enfermarme? No mi’jo, que yo me acuerde nunca.

Hace como 10 años me operaron una hernia, pero hasta ahí. Ni un catarrito de esos; soy un trinquete, y de lucha, ponlo ahí.Mira, nadie como un cañaveral pa’ enterarse de cosas. Cuando Paulino y Normando eran muchachotes, allá por 1943, en Centeno, llegan al campo a trabajar. Era lunes y no llevaron desayuno. Después de sudar la gorda Paulino convence al hermano, cortan unas cañitas, se las comen y hasta las cáscaras entierran. Pero el cogollo lo pararon en medio del plantón. Parece que con el solazo se marchitaron las hojas. Cuando llegaron al otro día el segundo mayoral les gritó: ¡ustedes dos, ni peguen, están despedí’os! Oiga, vota’os por unas cañitas.

De aquellos tiempos no quiero ni acordarme; ¡qué abuso!. Te sacaban el jugo. Mira, nosotros éramos de Jicotea, ahí, cerquitica de Racho Chico, los viejos y 10 hijos. Papá tuvo que hacer maravillas para criarnos. Los 6 hermanos varones desde niños tuvimos que halar una mocha espesa. Después del 59 y hasta hoy es distinto. Hasta los cumpleaños me celebran. La gente me cuida, me quieren, y no creas, de vez en cuando alguien dice: Paulino, suelta el “corvillo” ya, viejo. De eso nada, le respondo. Yo estoy de pelea y en la próxima zafra que venga mi mocha; yo les voy a enseñar a ustedes lo que es picar cañas con 88 años en las costillas.     script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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EL CAZADOR DE ABEJAS

EL CAZADOR DE ABEJAS

Las lomas de Cambao y Seibabo lo conocen de memoria, por el tanto ir y venir "cazando" abejas para hacer unas colmenitas. De sus inicios como apicultor  amateur recuerda las encendidas que le daban los enjambres cuando intentaba encerrarlos en una caja.Pero nada le quitó el sueño. Ni el ardor de los aguijonazos en cierta mañana de verano, hace más de 15 años, cuando se envalentonó e intentó domar aquel puñado de melíferas españolas que componían panal en el tronco de un bienvestido.

"Entonces no conocía el oficio, pero fui leyendo cuanto libro de apicultura caía en mis manos, busqué consejos de los colmeneros más experimentados y aprendí de cada novatada."Decían en el barrio que yo estaba loco. Yo trabajo en el taller de maquinaria de una cooperativa cañera, y cuando terminaba la jornada cogía el monte a buscar enjambres. En 1986 tuve mis primeras colmenas y mientras más conocía, más se me abrían los caminos."Del monte pasó al patio de la casa. En una pequeña carpintería comenzó a fabricar sus propias cajas y todo lo necesario para el apiario que crecía ante los ojos de la familia y los vecinos.

"En 1990 logré mi primer contrato, después de ganar un gran pleito contra las ambiciones de algunos que no admitían mis colmenas en esta zona de Cambao, donde espacio sobraba. Pero convencí a todos de que se estaba perdiendo miel y se resolvió el problema."Hoy tengo 85 colmenas en tres apiarios y sigo creciendo. Además de producir miel, me desvivo por el propóleo, a pesar de que en su extracción las abejas te acaban a picadas las yemas de los dedos." Eliseo Herrera Mangano sacude su memoria. Habla de desvelos, madrugadas, de intenso ajetreo y de los resultados que lo comprometen."Mi batalla es, primero, por los altos rendimientos. Del 2000 a la fecha logro más de 100 kilogramos por colmena y trabajo por más.

"Eso lleva muchos poquitos; poner la lámina para la cría y producción cuando la lleva, instalar la media alza y castrar todos los meses. La cámara de cría tiene que ser nueva y a la Reina la reviso constantemente, y  la cambio cuando la veo floja ."Si te demoras en todas estas cosas se debilita la colmena, pierdes abejas obreras, las crías, la miel y todo lo demás. Por eso, el buen colmenero tiene que olvidarse de fiestas, días feriados y de mucho descanso. En un apiario hay trabajo para estar ocupado todo el tiempo."Muchos hablan de que ganas mucho dinero, pero sólo nosotros sabemos cuánto cuesta enderezar la producción y la economía. Más que los resultados, me interesa la calidad de las producciones. Yo no soporto que me llamen la atención. Nos exigen, pero nos atienden y nos buscan cuanto necesitamos para trabajar.

"Su familia no está ajena a los quehaceres en el colmenar. Con 13 años, su hijo Yunier hace de todo y un hermano lo ayuda. La esposa y la hija también apoyan."Eso, más los resultados, significan un serio compromiso. Como colmenero me quedan cosas por hacer y aprender. Pretendo llegar a 100 colmenas y dedicarme solamente a la apicultura. Ya Eliseo Herrera Mangano no es un simple cazador de abejas." script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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DEL MAGISTERIO DE MARTI

DEL MAGISTERIO DE MARTI

Los hombres necesitan quien les mueva a menudo  la compasión en el pecho y las lágrimas en los ojos y  les haga el supremo bien de hacerlos generosos.                                                                        

José Martí  

 El aula padece el mayor de los silencios cuando su verbo desanda las fronteras de los espacios y del tiempo. Las palabras arman un conmovedor canto homérico; la oralidad es la mejor de sus armas para desentrañar historias, enseñar, convencer, guiar. Sucede que el auditorio siempre se conmueve, desde aquel lejano 1961, empeñado en la Campaña de Alfabetización, o un año más tarde, cuando con sólo 17 años el Magisterio lo envolvió allá por las montañas del Escambray, en la escuelita de Manaca Ranzola, hasta los días de hoy. Desde su colegio en la CPA Juan González, Domingo Luis Díaz González sigue siendo, con sus más de seis décadas de vida, el maestro de maestros con la deferencia de llevar siempre de la mano la grandiosa obra de Martí, preñada de enseñanzas. 

¿Por qué en su labor como educador persevera la obra de nuestro Héroe Nacional?  

Es el paradigma mayor dentro de la carrera magisterial. Cuando lo lees, lo estudias, su verbo te atrapa, cautiva. No hay un párrafo de sus obras sin enseñanza, la persuasión es permanente y representa el ejemplo, algo  que el maestro debe emplear en su carrera. Es asombroso cómo sus obras para los infantes dejan ver la inigualable fuerza de las ideas, presente en cada pasaje, hable de historia, de naturaleza, de amores, amistades, de ciencia, de la humanidad misma. Conozco la inmensa capacidad de los niños para aprender de Martí y eso lo aprovecho bien en mi afán de la enseñanza. Mas, hay que saber cómo llevarlo, como enseñarlo para que el niño lo sienta, se estremezca. Cuando eso sucede Martí prende. 

¿Entonces le atribuye la excepcional virtud de lo imprescindible, desde su perspectiva pedagógica?  

Ser maestro va mucho más allá de la enseñanza de las Matemáticas, las Ciencias, la Lengua Española, la Literatura. El maestro debe ser capaz de llenar los vacíos que la familia no puede en el sendero hacia la formación de un hombre nuevo, diestro en el pensar. Cada vez que me enfrento en un aula a un grupo nuevo aparecen también nuevas necesidades y tú necesitas conocer cómo cubrirlas. Eso no se enseña en la Pedagogía, pero en Martí encontrarás los caminos. 

Su quehacer en el magisterio se distingue por una vinculación permanente con el mundo del arte, ¿cuáles son las razones?  

Para enseñar la creación es la principal de las armas, pues te ofrece todas las herramientas necesarias. Pero, sobre todo, te alimenta la imprescindible espiritualidad y la sensibilidad. La Educación Artística me reveló capacidades e inclinaciones que estuvieron escondidas en mí durante mucho tiempo y aprendí que lo mismo les sucede a mis alumnos y puede también ocurrirles a sus hermanos, padres y vecinos. La experiencia práctica me lo ha demostrado en cada una de las actividades que desarrollamos con la comunidad y sus instituciones, organismos, con la familia de los niños y en todas Martí llega y enseña. Siempre he sido maestro rural y prefiero, en el plano pedagógico, trabajar con quienes más urgidos están de experiencias en la profesión. Ambas cosas exigen un sacrificio sin límites pero me satisfacen como nada. 

Por naturaleza envejecer trae aparejado situaciones difíciles; sin embargo, dicen sus compañeros y amigos que en usted la vida es diferente.  

Mira, sufrí mucho cuando cumplí los 59, hasta tengo una colección de versos de esos malos ratos, pero decidí quedarme en el aula. Trabajar con niños espanta los disgustos propios de la adultez avanzada, pero, además, no he llegado a viejo y me siento en plenitud de facultades. Entonces no puedo dejar de enseñar y de aprender. Tengo 61 abriles y vencí el primer año de la maestría en Ciencias de la Educación. ¡Cómo me quedan reservas vivas! Ahora estoy mucho más seguro de que no nací para otra cosa. El maestro tiene que estar convencido de que es la figura más importante dentro de la sociedad, somos quienes fabricamos y moldeamos a los hombres que necesita la Revolución. Hasta que deje de respirar, mi vida entera será el Magisterio. Nota: En su decursar por el Magisterio Domingo Luis Díaz González ha ganado 15 premios nacionales en Talleres Martianos y otros eventos de Pedagogía. Ostenta la distinción Rafael María de Mendive, medallas Jesús Menéndez, Lázaro Peña, 40 Aniversario de las FAR y las de la Campaña de Alfabetización. Fue ganador el pasado año del Concurso Nacional José de la Luz y Caballero y acreedor del Premio del Ministro.script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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LA SINFONIA DE LOS PINCELES

LA SINFONIA DE LOS PINCELES

El pincel acaricia suavemente el lienzo. Cada movimiento da vida a un rostro humano. Una y otra vez los ojos del muchacho escrutan la silueta recién nacida; busca detalles, retoca colores, incorpora fantasías al ambiente. Su imaginación es ahora semblante, perfil brusco, mirada tierna, sonrisa escondida. Es símbolo, verso libre.Y es que Yaniel Santos Rodríguez, con apenas 19 años de edad, milita en las filas de los buenos prospectos de las artes plásticas espirituanas.

¿El hijo del padre o el pincel en la sangre?

 “Desde que pude distinguir siluetas con mis ojos de niño casi recién nacido la imagen constante ha sido la de mi padre, Julio Santos Fleites, desandando lienzos con pinceles y armando paisajes a veces inimaginables. Es como uno de mis genes, la pintura la llevo en la sangre y quizás por ello desde mi infancia emborroné cuanto papel caía en mis manos, tratando de armar  cualquier obra

“Pero es en noveno grado, cuando hago las pruebas para la Escuela de Instructores, que me decidido por la plástica, pues la música siempre me atrajo gracias a mi abuelo Julio Santos, el hacedor de guitarras y con alguna noción sobre el instrumento. Allí me fui permeando de conocimientos imprescindibles, me fui armando mucho mejor para pintar; mas, es innegable cuán importante es aún la experiencia de mi padre, sus conocimientos y sobre todo el taller que siempre ha sido mi propia casa”.

¿Cómo has logrado evadir hasta ahora la fuerza de la paisajística de tu padre en tu obra, distinguida por los retratos?

 “Es curioso, pero ha sido algo muy natural. Mi temática preferida ha sido siempre la figura humana con sus matices, sin exagerarla, al retrato busco siempre la forma de incorporarle un ambiente raramente integrado al paisaje.  “No quiero ni voy a encasillarme; estudio, estoy al tanto de las novedades y he compartido con mi papá posibilidades de explorar otras líneas temáticas, incluida la paisajística que es su fuerte”.Ahora tendrás la responsabilidad de enseñar y el tiempo para la creación se achica.

¿No te preocupa esa disyuntiva?

''De ninguna manera, voy a estar vinculado a una escuela primaria y tendré la posibilidad de moldear a niños con vocación, con talento y de alguna manera eso me va a alimentar.  El trabajo podrá ser intenso, pero para mí la creación es vital, yo apenas descanso; ahora estoy terminando el Servicio Militar y cuando vengo de pase voy directo al taller, donde siempre hay cosas por hacer.

Siempre le he dedicado mucho tiempo a pintar, no es hábito, es una necesidad espiritual, es algo de lo que no puedo despegarme y eso me satisface''.

“Tener el viejo cerca me inspira mucha confianza, siempre compartimos criterios, opiniones; es un crítico extraordinario y eso aporta muchas enseñanzas. A su vez él también practica la docencia y sin dudas tendré a mano sus experiencias”.

Con 19 años el palmarés de Yaniel Santos Rodríguez incluye tres exposiciones personales, mención en El Salón de la Ciudad de la Galería de Arte Oscar Fernández Morera, de Sancti Spíritus, premio en el Concurso Territorial de las FAR y obras suyas han sido expuestas como parte de una muestra en Expocuba y otros eventos en la capital cubana. Dedicación es su secreto.script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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EL RETORNO DEL MAESTRO

EL RETORNO DEL MAESTRO

¿Maestro, usted es familia de Martí?  

La interrogante de Fernando sorprende al maestro. Entonces el silencio, debajo de la Ceiba, a la entrada del aula. Y los pupitres ocupados, la Aritmética invade espacios, la Ortografía, la Cívica y en la fonda de al lado, los obreros del central Narcisa, lelos, ensimismados, olvidan el almuerzo y quisieran penetrar a través de la pared, sentarse en un pupitre y disfrutar la sabiduría de aquel cubano, de guayabera impecable, de verbo suave y certero. Pedro vuelve al asombro tras el trazo perfecto que el maestro hizo de una circunferencia sin semicírculo. Orestes, Pablo y Ñiquito también se admiran y ya no esconden las penas de sus pies descalzos. Es por aquello de las fuerzas telúricas, que te entran por la planta de los pies y te ayudan al conocimiento.  

Delsa aprieta bien fuerte la bandera en el lado izquierdo del pecho, Coralia, Marianito y Coco vuelven a entonar aquel canto de la esperanza y el querer. En la huerta, Fernando cuida de coles y lechugas, y Rosita y Mariíta ya sueñan con la expedición a la playa de Carbó, a ver el puerto y el barco. En la pizarra reza “Año 89 de Martí”.  La historia se repite y ahora son los nietos de aquellos alumnos quienes desandan la Ceiba, arrinconan tras la puerta sus zapatos y llevan flores al Martí que hay en medio del aula.

 Al lado del pizarrón, rodeado de nuevos instrumentos para enseñar, Raúl Ferrer vuelve sobre la historia de los aborígenes, después los esclavos y se anima con anécdotas de Céspedes, de Maceo. Ahora son Gerardo, Berta, Daniel, Mercedes, Aracelys, y serán mañana Luisito, Rachel, Dayana y también Onelio.  La Ceiba como testigo, los recuerdos vivos como el incentivo. En el central Narcisa hasta el vapor lo presiente. De Raúl, lo de enseñar queda, como la frescura del aire del amanecer, allí, al pie del ingenio y bajo la sombra de la Ceiba.script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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