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Oscar Alfonso Sosa

El CHE EN PEREA

El CHE EN PEREA

“Puede que a mis 84 años algún detalle de la vida se me escape de la memoria, pero aquel instante en el que el Che bajó a la mina y yo lo recibí y guié es imborrable”. El verbo de Pedro Bravo adquiere la melodía de la sorpresa, los músculos del rostro se relajan, su mirada se aviva y enrumba por los senderos del tiempo para posarse en la añeja y olvidada mina de asfalto, aproximadamente a un par de kilómetros de la comunidad Los Ramones, en la zona de Perea. 

La historia recoge dos conmovedores hechos ocurridos en el yacimiento. Allí, el 16 de febrero de 1962, la banda contrarrevolucionaria de Arnoldo Martínez asesina ante la presencia de familiares, vecinos y obreros del filón a Orestes Bravo.  Breve tiempo después el Comandante Ernesto Che Guevara, en funciones de ministro de Industrias, realiza una inesperada visita al lugar, de donde se extraía mezcla asfáltica para construir carreteras. PRELUDIO La tarde dejaba correr sus horas. Frente a la antigua fábrica de puré de tomate de Perea, en Yaguajay, Cándido Félix González, Manuel Carballo Cabrera y Gustavo Luna Pérez conversaban animosamente. De súbito un jeep cuatro puertas se detuvo. El chofer, vestido de verde olivo, abre la puerta y sin bajarse les habla. Se turban, no emiten palabra. El conductor del vehículo reitera el llamado y señala a  Cándido Félix: “Mire, atienda al Comandante, él quiere dialogar con usted”. “Sólo cuando vi la boina, su figura y la sonrisa por el susto nuestro supe que era el Che – recuerda Cándido-.

Me preguntó cómo veía el proceso de la industria con la Revolución; le respondimos que teníamos confianza en su avance. A Manolito le indagó sobre las minas de asfalto; se turbó y atinó a decir que había sido explotada por los gallegos. El Ministro sonrió y nos pidió más claridad. “Yo continué hablando, nos precisó que el yacimiento fue explotado también por los norteamericanos. Se interesó mucho por los trabajadores, preguntó quién era el güinchero, quién laboraba en este u otro lugar. Respondí cada pregunta suya. Él tenía la puerta del carro medio abierta, me pidió que me acercara y me estrechó su mano. 

“Recuerdo su énfasis en que entendiéramos el sentido popular de la Revolución y en el futuro de la industria. Por ser yo bastante conversador me dijo que era todo un político. Después nos pidió le indicáramos cómo llegar a las minas de asfalto y hacia allí partió. Yo tenía entones 27 años y estaba en los trajines de la alfabetización”.  CHE, MINA ADENTRO Juan P. Bravo es de esos hombres de memoria extraordinaria. Cuando sus pies volvieron a tocar la antigua casetica del güinche, su puesto de trabajo en las minas de asfalto, los recuerdos le brotaron con claridad envidiable. “Llegó por el camino viejo de Perea. Junto a su carro venían otros dos, todos con hombres vestidos de militar que parquearon como a 100 metros del yacimiento, debajo de una mata de mangos.

Algunos se dirigieron hacia la mina, yo seguí en mi trabajo y de repente veo que alguien de verde olivo se acerca. Me doy cuenta de que es el Che cuando está bien cerca, por la boina.  “Me hace señas para bajarlo al pozo. Comienzo  a preparar el equipo para descender, querían hacerlo como seis a la vez, pero me negué, así era muy peligroso y bajé al Comandante con tres de sus acompañantes en un primer viaje y posteriormente a Arístides Ramos, un minero, y a otros militares.

Eran aproximadamente las siete de la noche pues mi horario de trabajo estaba por terminar. Debajo del foso estuvieron más de media hora”. Pedro Bravo, hermano de Juan, era en aquel entonces jefe de turno. Estaba en el fondo y el sonido del güinche le alertó que alguien bajaba.“Cuando vi a aquel hombre, me impresioné y deduje que era el Che por la boina. Estuve seguro cuando se acercó, me saludó y comenzó a hablarme con un tonito distinto. Recorrí con él toda la galería y hasta piqueta di porque quería saber cómo extraíamos el mineral. “Me pidió una explicación completa de cuanto se hacía en cada lugar de la mina. Me tocó la suerte de recibirlo, de guiarlo, de conversar con él. Sólo después tuve conciencia de la tremenda responsabilidad de mi hermano y mía.  Con los años podré olvidar cosas, pero aquella visita del Che a las minas de asfalto nada podrá borrarla de mi memoria”. script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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