El HACEDOR DE GUITARRAS
Con inigualable ternura rasga las cuerdas de la guitarra. El oído se agudiza. Pareciera buscar hasta la más mínima vibración en cada acorde. Cualquiera diría que es un erudito de la guitarra, mas la verdad es distinta. A sus 82 años Julio Santos se considera guitarrero, o más sencillo, poseedor del don de fabricar el conocido instrumento de cuerdas y varios de sus “parientes”.
¿Cómo llegó a este oficio, difícil y con escasos protagonistas?
Desde pequeño me llamaba mucho la atención todo cuanto tuviera que ver con guitarras y Dominga Regalá, mi abuela materna, se dio cuenta de ello; habló con un español llamado Juan Fernández, todo un maestro en el arte de fabricarlas, y lo convenció para que me adentrara en ese mundo. Tuve suerte, el hombre aceptó y con once años, en mi Cabaiguán de siempre, materializo lo que más anhelaba en la vida. Tenía vocación e inclinación, pero además sangre canaria, con su música y todo.
Yo veía una guitarra y la vista se me iba. Estuve siete años trabajando con él y aprendiendo mucho hasta que se fue para España. Entonces mis padres dejaron la sitiería y vinieron a vivir para el pueblo, ya tenía yo 18 años, monté mi tallercito y en enero de 1959 paso a laborar a un taller estatal de corta vida, pues faltaban arte, oficio, vocación y, sin embargo, la necesidad de instrumentos era mucha. Tuve otras ocupaciones, pero la de hacer guitarras nunca la he abandonado. Desde mi jubilación me he dedicado más a la guitarra.
¿Cómo se complementa la labor del guitarrero con el don de sacarle música al instrumento?
En este oficio, además de la destreza, tienes que aprender a tocar la guitarra; sin conocimientos mínimos de ese instrumento difícilmente puedas lograr una buena. Debes conocer los acordes. No fui un músico estudiado, pero sí de oído. También hago laúdes, treses, mandolinas; reparo violines y hasta con los pianos me fajo. Hay que saber afinar, hacer acordes en ellos, escuchar como suenan. Hay otros secretos. Tienes que buscar buenas maderas, porosas, pueden ser cedro, caoba, baria, majagua. Lo primero es labrarlas, calibrarlas, dejar lista cada pieza. En mi caso también hago la escala del diapasón. Todo a mano, es mejor que maquinada. Donde se hacen muchas guitarras no hay calidad, esos procesos de producción en serie no son buenos para el instrumento.
De nuestros buenos músicos, ¿quienes han utilizado sus guitarras?
Mira, yo le hice una a Rafael Gómez, Teofilito, al Trío Colonial, Manguaré tiene guitarras mías. Lo de Teofilito fue a petición de Marcial Benítez, que venía mucho a mi casa porque mi padre le cuidaba gallos de pelea. Teofilito trabajaba mucho con esa guitarra. Hasta en Islas Canarias hay guitarras mías, isleños han venido aquí exclusivamente a buscarlas y se han ido con ellas. Déjame decirte que mis conocimientos en este mundo son más bien prácticos, no hubo mucha parte teórica en este ajetreo. Eso sí, tuve un buen maestro. Mi hijo Julio Santos es pintor y mi nieto también, no quisieron ser guitarreros, pero son artistas, aunque de mi oficio, especialmente el nieto, hacen algo.
¿Cuál ha sido para usted el reconocimiento más importante como hacedor de guitarras?
Nada es comparable a la posibilidad de oír sonar la guitarra que salió de tus manos, sobre todo si la ejecuta un prestigioso músico o un aprendiz con talento y vocación. Eso me inspira, a pesar de mis 82 años, a seguir en este trabajo. Mientras las piernas, el oído y la vista me respondan estaré haciendo guitarras. script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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