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Oscar Alfonso Sosa

DEL COLMENAR A LAS CIENCIAS MEDICAS

DEL COLMENAR A LAS CIENCIAS MEDICAS

Las noticias derivadas del quehacer de los apicultores de Sancti Spíritus, en el centro norte de Cuba, va más allá de la producción de miel, frente en el que han logrado en los últimos 12 meses casi 670 toneladas, cifra superior a la estimada para ese período.

Sucede que en la extracción del propóleo, sustancia de múltiples usos y de marcado interés para las Ciencias Médicas, se logró en la misma etapa extraer de los apiarios más de una tonelada métrica, o sea, unos 1 100 kilogramos.

Directivos de la Empresa Apícola espirituana precisaron al respecto que un efectivo manejo de las colmenas y una mayor conciencia de los colmeneros sobre la importancia que reviste, tanto para el enjambre como para las investigaciones en el campo de la Medicina, ha posibilitado un marcado crecimiento en la extracción del producto.

En la actualidad las investigaciones médicas multiplican su interés por los propóleos, sustancia que contiene cera y aceites escenciales y de probada eficacia como antioxidante, bactericida, antiviral, fungicida, fitoinhibitoria, cicatrizante, antimicrobianos y anestésicas, entre otras.

Ha sido registrado el efecto del extracto de propóleos sobre casi 40 hongos de piel, así como su eficacia en quemaduras de segundo grado, neumodermatitis, eczemas por microbios y otros problemas dermatológicos, al utilizarse como pomada al 30 por ciento como solución alcohólica.
“En las colmenas actúa como un filtro sanitario, pues por sus propiedades antibióticas impide la entrada de bacterias y otros agentes invasores a las cámaras de cría y producción de miel. Cuando se extrae sistemáticamente del apiario su efectividad es mayor, puntualiza Eliseo Herrera Mangano, campesino de Yaguajay, en el centro norte de Cuba, considerado el mejor productor de propóleos de Cuba.

Desde épocas remotas este producto es conocido y empleado por sus propiedades terapéuticas. Algunos milenios antes de Cristo ya era utilizado por los sacerdotes responsables de la Medicina, la química y la momificación. También los griegos lo conocían. Su máximo empleo se dio durante la guerra de los boers, en África del Sur, alrededor de 1 900, en el tratamiento de heridas infectadas y como sustancia cicatrizante.
Aristóteles se refería a él como el remedio para las infecciones de la piel y las llagas; el famoso médico y filósofo persa Avicena, en el Siglo XI, explicaba: “Tiene la cualidad de eliminar las puntas de flechas y las espinas; vivifica, limpia fácilmente y ablanda fuertemente”. También los incas lo utilizaban cuando se presentaba un cuadro de infecciones.
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