EL OTRO ROMANCE DE LA MONTAÑA
El aula enmudece; cada segundo que pasa se desborda en fantasías de historias, de números, de poemas regalados por un verbo tierno, seguro, adorable.
La pizarra marca un lugar: Alunao, allá, al sureste de Mayajigua, donde las nubes besan la montaña constantemente; la fecha puede ser la de un día cualquiera, entre septiembre y junio. El escenario, el aula, con sus paredes de madera, mobiliario nuevo, computadoras, videos, paneles solares.
Una voz se empeña en enseñar: Orialis Martínez Rocha no encontró al magisterio por casualidad.
Mi primera experiencia fue como auxiliar pedagógica, la profesión inicial. Con solo 23 años enrumbo hacia el magisterio, un bichito que tenía por dentro y desde entonces la Escuela Rural Carlos Manuel de Céspedes, en medio del lomerío, ha sido mi otro romance.
Los recuerdos despiertan; las caminatas largas loma arriba para llegar al aula junto a Vivian, la otra maestra; noviazgos, matrimonio y los dos hijos.
Cada pupitre es una anécdota viva, cada vecino un protagonista. Cuando enseñas en una zona intrincada de campo la maravilla se multiplica, nunca sabes de felicidad hasta que no vives este espacio de tiempo, con gente inigualable, insustituible. Jamás me he sentido extraña, soy como un vecino de toda la vida en estos parajes.
La memoria revela sustos, como aquel inicial, sola y responsable de cuatro grados, la licenciatura en Educación Primaria, la maestría en propia especialidad. Y también lo indescriptible: aquella primera vez de sus alumnos frente a un televisor que regalaba imágenes a todo color, o de la primicia de la computadora para la cual hoy el tiempo no alcanza.
Sin embargo nada me ha motivado tanto como Leyanet Téllez, una de mis alumnas de cuarto grado. En primero fue diagnosticada con Retardo para el Desarrollo Psíquico (RDP), los padres se opusieron a enviarla a una escuela especial, confiaron en nosotros; no hemos descansado. El trabajo con ella ha sido de conjunto y el apoyo permanente de María Elena Ramos y Madelén Hernández, ptras dos educadoras.
Hoy la niña está evaluada de BIEN; después que logramos se relacionara con el grupo y se integrara todo ha sido más fácil. Aprende, eso es lo más importante.
El aula vive bajo la falda de la montaña. Alfiles, caballos y peones batallan en el tablero de ajedrez; Luis Alberto, Yaraisy, Dorisbel y Rachel, sonrisas infantiles de por medio, disputan el jaque mate.
Leyanet e Idalberto, tras cada click, descubren algo nuevo en la computadora. Parece que el tiempo no se detiene en el lomerío. Alunao lo sabe. Allí, casi en la falda misma de la loma, cobijada por palmas reales y perfumada por los naranjos, mangos, guayabas y chirimoyas la escuela vive. En su interior despierta la sabiduría. Orialis Martínez Rocha la incentiva.
Lo haré eternamente, soy una enamorada del magisterio y de aquí no me iré. Que mis alumnos de siempre retornen a mí ante cualquier necesidad, que los vecinos vean la escuela como la más brillante de las joyas y que mis hijos me llamen maestra son los mejores incentivos. Este es mi otro gran romance en la montaña.script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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