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Oscar Alfonso Sosa

LA FORTUNA DEL AMOR

LA FORTUNA DEL AMOR

Sueñan despiertos. El verbo es apenas perceptible. Casi a secretos dibujan una y otra vez las huellas frescas de su andar ayer por las montañas andinas allá en el Ecuador, entre los pueblos Otavalo ella, y en Saraguro él.La vista parece pederse a lo lejos, sonríen, se humedecen las mejillas, mas no hay tristeza. Para los médicos Nancy Lucía Bonilla Sánchez y Jorge Alonso Lozano, Morocho, Cuba ha marcado sus vidas, muy intensas desde hace alrededor de seis años.  Y lo ratifican desde la comunidad rural de El Saltadero, donde prestan servicios como galenos de la familia.MEMORIASElla recuerda su vocación por la Enfermería y la ansiedad por ayudar a la economía familiar, quizás por eso nunca pensó en la posibilidad de ser médico.

Era como un sueño del que jamás despertaría, se había dicho en varias oportunidades.“Cuando me llegó la noticia casi me echo a llorar, no lo creía.  Me dijeron: ’vas seis años para Cuba sin poder ver a la familia’ y me entristeció mucho, pues jamás me había separado de los míos, pero no lo pensé dos veces, ya me veía en la isla, ataviada con mi uniforme en un aula aprendiendo los secretos de la Medicina”, recuerda Nancy.Para él todo fue distinto. Termina el duodécimo grado y comienza a trabajar como voluntario en los pueblos indios de la Amazonia, en la frontera misma de Ecuador y Perú, compartiendo faenas de maestro primario y promotor social para el cuidado del medio ambiente. Al término de tres años enferma de paludismo, viaja a la capital del país para curarse. 

“De la desdicha, la suerte. En esos trajines me entero de becas para estudiar Medicina en Cuba. Me concedieron un día para responder a  esa posibilidad. Necesité sólo media hora para decidir”, precisa Jorge.Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). Son dos más entre los cientos y cientos de muchachos de la región que llegan a descubrir Cuba desde su pupitre de estudiantes. Allí se conocen. Él la recuerda a ella muy deprimida, se convirtió sin quererlo en su consejero, llegaron a ser grandes amigos.  

Ya en el primer año de la carrera apareció Cupido y formaron pareja. “Siempre tuve responsabilidades de dirección en la organización estudiantil y eso me robaba tiempo de estudio, pero Nancy fue el bálsamo. A la hora que terminara esas obligaciones allí estaba ella, esperándome con los libros abiertos y las notas de clase para que me pusiera al día”, rememora Jorge.“Así transcurrieron los años, entre docencia, hospitales y aportando  sudor en tareas productivas durante el verano y en agosto del pasado año integramos la primera graduación de la ELAM.  Estuvimos en Ecuador donde podíamos hacer el Servicio Social, pero Cuba nos dio la posibilidad de realizarlo aquí y a la vez especializarnos en Medicina General Integral. Esa fue nuestra opción”, apunta.

 A LA CONQUISTA DE EL SALTADERO Enero ve nacer a su decimosegundo día. Los pobladores se muestran inquietos, despertaron con la noticia de que en esa jornada llegarían nuevos médicos, ahora latinoamericanos.  La comunidad sería protagonista de esta primera experiencia.“La acogida fue indescriptible, la gente se veía alegre, contenta; desde el inicio nos dimos cuenta de que seríamos unos más entre ellos. Todo lo tenían previsto, la casa- consultorio con lo indispensable para vivir y para realizar nuestras funciones, yo aquí, en el consultorio 9 y Jorge en el 8, en un local adaptado que hoy se mejora”, dice Nancy. “Conocer a nuestra población fue la primera tarea, ardua, pero gratificante. La cooperación de Sonia Chinea, mi enfermera, fue imprescindible aunque tenemos apoyo permanente de todos por acá”, señala.

El comienzo tuvo sus tropiezos. Por ética los galenos no aceptaban la automedicación y expedían recetas solamente cuando el paciente, previa consulta, necesitaba algún fármaco. Charlas, diálogos, persuasión, convencimiento. La comunidad entendió y hoy agradece.  El respeto a los doctores se consolida.

Escambray indaga, busca detalles. “Son maravillosos, dedicados al trabajo, puntuales, muy vinculados a las familias. Intachables, puedes solicitar sus servicios a cualquier hora y si no puedes ir al consultorio vienen a la casa, muy preocupados con las embarazadas, los niños y los ancianos, donde haya un problema ahí están. Si algún paciente es ingresado en el hospital de Cabaiguán o en Sancti Spíritus, los visitan, están al tanto de la evolución. Son ejemplo”, dice un paciente en nombre de su comunidad.Pero a Jorge y a Nancy los acompañan otras historias.

“Al inicio la vida doméstica nos fue difícil, no había experiencia en la cocina y el trabajo nos llevaba tiempo.  Entonces las familias, por voluntad propia determinaron que compartiéramos con ellas almuerzos y comidas. Ese gesto grandioso nos sirvió de mucho, argumenta Jorge.“Aprovechamos esas oportunidades para hacer dinámica familiar, sobre todo en lo concerniente al régimen alimentario. No fue fácil convencer a la población de la necesidad de ingerir vegetales y frutas con sistematicidad, de bajar el consumo de grasa animal y azúcares, pero la pelea se ha ido ganando y ello ha contribuido al mejoramiento de salud en el área”,agrega. “Casi nos hemos cubanizado.

Cocinamos  con los módulos eléctricos, criamos cerdos, gallinas, compartimos trabajos voluntarios, fiestas cederistas, y de vez en cuando nos sorprenden con algún detalle inolvidable. Cosas que sólo suceden aquí. Por ello esta experiencia es única. Vivir y trabajar en una zona rural nos hace mejores médicos y nos prepara en aras de hacer después nuestro trabajo en las comunidades indígenas de donde procedemos”, comenta Nancy.La vida de Nancy y Jorge en suelo cubano ha estado repleta de emociones.  

En sus visitas a Ecuador han llevado la verdad de la isla, han deshecho mentiras, engaños. Que sus padres les acompañaran en la graduación fue un momento indescriptible. Cuando tocaron a Cuba con sus manos, palparon la realidad con sus ojos, les inundó la sensación de quien encuentra algo muy preciado que la maldad intentaba esconder, refieren ambos.“Este país nos ha ayudado a ser mejores personas, más humanos y solidarios.  

El  agradecimiento digno es servir mañana a los desposeídos”,dice Jorge y busca la mirada segura de la joven doctora con quien comparte los sueños de multiplicar los “milagros” de la Medicina cubana.   script src="http://www.google-analytics.com/urchin.js" type="text/javascript">
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1 comentario

Anónimo -

Ustedes son unos comunistas comemierdas